BIBLIOTECA
NACIONAL Y LA NAVE DE LOS SUEÑOS presentaron:
Locos por el cine, por Daniela Pereyra
El auditorio de la
Biblioteca Nacional fue el escenario para la proyección de una pasión, la del
coleccionista Alfredo Ligotti por el cine. Presentado por La Nave de los
Sueños, su atesoramiento se retrata en el documental de Roberto Ángel Gómez.
“Para mí fue una inquietud de tipo intelectual, buscar y
estar dentro. Leí mucho, y la historia del cine me atrapó. Y tengo que
agradecer a Felix Giuliodori que me llevó al cine desde sus principios hasta el
presente. Al conocerlo, comencé con la colección de cine mudo. Eso fue en los
‘60, hace como cincuenta años atrás. Y fui siguiendo mis propios gustos o de
amigos que me inclinaron hacia ese tipo de cine, sin embargo todo me agrada,
porque el cine es lo más grande que existe en el aspecto cultural para un
persona, el cine te enseña muchas cosas, uno se enriquece en todos los
aspectos, podes ver épocas, situaciones, otros mundos, otros culturas. Yo soy
un loco por el cine, y voy en la búsqueda de lo que no vi y que siempre quise
ver. Pero no fui un cuidador de películas, yo soy un coleccionista que trata de
brindarle a los demás lo que tiene, no soy para mí solo, no puedo ver una
película solo, necesito del público, y así la película parece mejor. Necesito a
esa gente que tiene que ansiedad, curiosidad por el cine y de ver algo que
nunca vieron.”
Alfredo cuenta sobre eso que lo apasiona, y que lo hace ser
quien es, un coleccionista y difusor de películas de todos los tiempos:
“Siempre pensé que el hombre se tiene que dedicar a algo en la vida, que no sea
solo el trabajo, siempre hay que hacer algo para enriquecerse.”
Roberto, el director del documental que lleva el nombre de
Ligotti y donde se cuenta su amor por el cine, encarna esa necesidad de hacer y
de disfrutar de lo que se hace: “Es un documental que se relaciona con el mundo
del cine y entonces obviamente hay un alto grado de identificación. Lo hicimos
de una manera independiente, sin subsidios, y en estos proyectos si no hay una
pasión de por medio y muchas ganas de hacerlos, son prácticamente imposibles de
terminar.”
El realizador se involucra y el equipo de producción se suma
a ese proyecto que genera identidades y correspondencias. Emiliano Penelas,
director de fotografía del film, lo relata de esta manera: “Este tipo de
películas se hacen desde el empuje, el afecto, y el cariño que uno le tiene al
cine, porque toda película termina siendo importantísima en tu vida, sobre todo
en estos proyectos, uno no lo hace por el dinero, sino por el amor que tiene
por esa película, por el personaje y el tema. Conocer a Alfredo fue increíble,
es un joven de 85 años, con una vitalidad y una juventud impresionantes que
hace que uno se entusiasme con lo que a él le gusta, y ese fue el motor
principal de la película. Es un personaje interesantísimo para hacer una peli,
es entrañable y uno se termina haciendo amigo de los personajes que filma y eso
es lo más lindo de estas cosas.”
El proceso de conocimiento los llevó a aprender sobre
Alfredo, sobre el cine y su persona. El tiempo de rodaje fue necesario y provechoso
para incursionar sobre la historia de vida y sus distintas facetas. Siempre
interesado por el arte, Ligotti fue cantante lírico hasta que de las notas pasó
al celuloide. Como el desarrollo de una vida, el documental progresó en etapas,
marcado por el ritmo de la propia historia: “El personaje era suficientemente
rico, la historia de vida de Alfredo es sumamente interesante y muy apasionada
y en eso se basó la idea de la película. Desde el guión hasta que la terminamos
fueron tres años y medio, un año de rodaje y uno y medio de post producción,
por esta cuestión que no contábamos con los recursos suficientes. La relación
te da el margen para pensar en el proyecto. Y nos fuimos dando el tiempo,
fueron surgiendo muchas cosas en el rodaje, ideas nuevas, y como todo
documental la estructura final se encuentra en la edición aunque uno tenga un
guión para filmar”, cuenta Roberto sobre su manera de hacer.
Coleccionista de películas que se cuentan de a miles,
Alfredo es de los que creen que el “cine ha muerto, se perdió todo, hasta ese
amor que sentíamos nosotros cuando íbamos al cine.” Y sin embargo sigue
apostando por un arte que revive en cada función, y que como decía Cristina
Raschia, directora de “Memoria de un escrito perdido”: “tendremos que
acostumbrarnos a nuevas formas de difusión y mantener estos espacios casi
religiosos. No es lo mismo juntarse a ver, que mirar en la casa.”
¡¡¡ GRACIAS POR VENIR !!!
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Fotografías: José Ludovico y Giuliana Trucco
Muchas gracias por la calidez de la velada y la posibilidad de seguir difundiendo este tipo de películas.
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