Encuentros cercanos de todo tipo
A lo largo de
18 años La Nave
de los Sueños transitó y participó en el movimiento cultural emergente. Cine,
música, arte y la amistad como motor de un proyecto que promueve el trabajo de
creadores valiosos.
A continuación, ellos nos cuentan en primer plano sus
acercamientos a La Nave :
María Iribarren (periodista y escritora) -
Roberto Valle (periodista y docente): “La Nave es de esas “cosas” que te pasan y
quedan entre las inolvidables. Es un punto de llegada, lo que acontece cuando
tomás conciencia de que el arte es una forma de vida. Como acontecimiento, La Nave corría (aún corre) de
boca en boca. La podés reconocer en el abrazo, en la alegría, en la
hospitalidad. También porque en algún
momento de la noche, apagan las luces y encienden pantallas. La idea podría ser
metafórica pero también es descriptiva. Los que andan en La Nave (algunos vitalicios,
otros recién llegados, todos febriles) son gente que cultiva una forma singular
de adoración cinéfila. Sin duda, la convicción profunda de esa cofradía errante
es el cine. En cualquier envase, tamaño y presentación. Uno de los porvenires
del cine, más pronto o más tarde, está (es) La Nave.”
Hernán Panessi (periodista y distribuidor): “Mi aproximación se dio
hace unos ocho años. Estaba con una novia de acá para allá. Éramos inquietos y curtíamos
todos los eventos que había en el momento: recitales, festivales de cine,
ciclos de poesía, museos, todo, todo, todo. Y como siempre fui fetichista de
las cosas, un día tomé –vaya a saber de dónde- un catálogo de La Nave. Y lo conservé, sin
saber qué era aquello ni para qué iba a guardarlo. Tiempo después, ya mucho más
metido en los menesteres del periodismo y la distribución de cine, apareció un
vínculo real, físico. Y ese catálogo tuvo caras, movimiento, acción.”
Ana Wajszczuk
(escritora y jefa de prensa): “Algo que nos hizo coincidir desde el
principio fue la pura curiosidad. Nos hicimos amigos, les conté de mis dibujos
que expuse en una de sus fiestas. Cuando fui a buscarlos los vidrios estaban
todos rotos. No fue el mejor comienzo para nuestra amistad, pero sí de épocas
maravillosas en las que la movida "alternativa" estaba surgiendo, y
era una rareza que performistas y temas de Sandro se mezclaran con el rock; todo eso pasaba en las primeras fiestas de La Nave.”
Sandra López Maidana (periodista y editora): “Me hice amiga, y como
eran necesarias, aporté manos y tiempo para lo que se requiriera. Siempre en un
contexto de excelente onda y espíritu cooperativo. Ese "trabajo" fue
un bálsamo entre mis otras tareas como periodista. La bandera de la gestión cultural, el
respeto por el trabajo independiente y la sinergia de voluntades siempre mantuvo
el estado vital de La Nave.”
Pablo Parés (realizador y productor de cine): “La Nave de los Sueños me acompaña desde
hace muchísimos años, llevamos media vida en caminos muy parecidos; intentando
generar cultura joven, distinta, y generándola desde la independencia.”
Pablo Montiel
(músico, gestor cultural y capacitador): “A mediados de los 90
eran un soplo de aire fresco en medio del calor grasoso del menemato. Me
acerqué porque era un espacio de juego, la realidad asfixiaba y la Nave era un lugar donde
barriletear y conocer gente copada, que funcionaba en un edificio tomado a una
cuadra del departamento de policía y que era para los artistas lo que el
vaticano para los católicos.”
Ayar Blasco
(realizador y animador): “Tenía 20 años cuando vi un cartel pegado en la
vía pública que sólo decía "La
Nave de los Sueños", no tenía más información, me dio
curiosidad y fui a ver de qué se trataba y me interesó conocerlos. Después hice
“Mercano el Marciano” y “El Niño Malcriado” y me invitaron para proyectarlas
ahí. Con los años me hice amigo de los chicos y hasta ahora seguimos en
contacto.”
El viaje continuó con
trabajos y obras en conjunto
Hernán: “Podría decir que mi relación con ellos es joven, pero no
por eso menos intensa. Hicimos de todo juntos: charlas, presentaciones, textos,
y hasta alguna película fallida.”
Ana: “Hacíamos todo a pulmón, recuerdo la generación del espacio
para organizar las “Fiestas Antipoéticas” y lo mucho que nos divertíamos. Me
permitieron expresarme, divertirme, conocer mucha de la gente que luego siguió
siendo parte importantísima de mi vida.”
Parés: “Estrenamos películas, realizamos talleres, compartimos
charlas y seminarios, y ante todo, intercambiamos puntos de vista y analizamos
el panorama cultural, tratando de estar siempre parados en la vereda que
creemos correcta.”
La trayectoria de un
recorrido con diversos caminos queda plasmada en sus reflexiones sobre el
sentido de La Nave :
Hernán: “Desde el primer día, algo no cambió: cada vez que piso
alguna de sus funciones, me contagian unas ganas imposibles de hacer cosas
–pequeñas, megalómanas-, me transmiten una fe –en los márgenes, en los
proyectos, en la amistad- que nunca pude volcar en palabras. Es que el
sentimiento es intransferible. Como la mística. Esa que se tiene o no se tiene.
Y La Nave , posee
la molécula que contiene a todas las místicas. Y está dispuesta a prestarla a
todo cosmonauta que quiera –como yo, como tantos otros- subirse a ella. De aquí
y para siempre.”
Ana: “La Nave
se ganó un lugar en la historia de la noche y la cultura porteña. Y lo mejor es
que ese espíritu aún permanece en ellos y en mí.”
Sandra: “Al cabo de unos años volví a visitar a los amigos a su
nueva súper sede de la
Biblioteca Nacional que los recibe y homenajea con todo
derecho. Es un honor haber sido parte de esta travesía y ser de alguna manera
una tripulante de su corazón mutante.”
Parés: “Vivimos momentos altos y periodos difíciles, pero al
saber que un par está caminando junto a nosotros la cosa es más fácil.”
Montiel: “En la Nave vi a más de un famoso
deschavetarse, a un David Byrne entrando en bicicleta antes que sea moda, todo
podía pasar. Nos abría la puerta para que salgamos a jugar. Ni más ni menos.”
María y Roberto: “Algunos de los chicos y las chicas de La Nave puede que se pierdan,
que se vayan a otra parte. Así y todo, seguirán siendo reconocidos como parte
del grupo. Crónicos preservadores de lo que todavía nadie encontró. Militantes
del arte porque sí. Artistas, ellos también, caprichosos, fértiles, amables.
Nadie puede decir que lo experimentó todo si no estuvo en una proyección, en
una presentación, en un festejo de La
Nave.
Si tuviéramos que
escribir un prospecto sobre La Nave ,
diría así: entidad porteña endémica.
Única en su género. Dedicada al encendido de pantallas y a la propagación de la
práctica de la confraternidad. Se recomienda su uso libre y continuado.”
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