Documentando
intensamente, por Daniela Pereyra
Fragmentos de lo que fue el primer ciclo 2012 de La Nave de
los Sueños dedicado al documental.
El regreso del Tata Cedrón
y un hombre que baila al ritmo del dos por cuatro. Con el trazo simple y
sentido de las imágenes se reconstruye el retrato postergado de quienes viven
intensamente. Instantes que vuelven con la memoria de palabras perdidas,
viajeras, iluminadas. Y a los hachazos, como cortes de plano a plano, el cine
experimental que le da vida al documental, género para contar historias
conocidas y angelicales. La pasión cinéfila en una manera de contar y de vivir.
El ciclo de documentales “Vivir intensamente” estuvo
dedicado a personajes de distintos ámbitos de la cultura. La literatura, la
música, la danza, la ilustración, y el cine mismo tuvieron su lugar en la
pantalla grande del auditorio Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional. Y
los directores, quienes cuentan esas historias de vida, pintaron el estado del
arte.
El documental como género referencial se redefine y posiciona
con nuevos recursos, que supera el retrato y narra una historia. Son vidas,
experiencias, sentimientos que se muestran y la información laxa cede lugar a
la reconstrucción con música, imágenes, animación, y los juegos de cámara. Se
trata de una manera nueva de hacer que aproxima al personaje y al espectador.
A Angélica la conocemos de pies a cabeza en la ópera prima
de Johanna Sporn y Lucía Vela. Una anécdota cotidiana despertó el interés por
contar su historia. Y de a poco, un personaje en primer plano le cuenta a la
cámara sentimientos, recuerdos, cosas que atesora. Johanna explica: “El
documental no va por una vía tradicional, no busca documentar ni biográfica ni
fehacientemente a este personaje. Hay toda una nueva manera de documentar y un
nuevo público que le puede interesar. Es súper íntimo. Se están flexibilizando
los límites y entonces muchas más cosas pueden catalogarse de documental como Angélica.
Aparecen los formatos más accesibles que hace que se pueda experimentar mucho
más, y el documental se empieza a parecer a la ficción y la ficción al
documental.”
Ernesto Ardito, documentalista junto a Virna Molina de los
ya renombrados “Raymundo”, “Corazón de fábrica”, “Alejandra Pizarnik, Memoria
Iluminada”, y el último “Nazión”; afirmó en relación a la creación en el género
documental: “Hay un prejuicio con respecto al cine documental, que en una época
tenía que ver con las herramientas que había para producirlo: tenía que ser más
expositivo, con un locutor, un registro directo; pero el hecho de trabajar más
lo poético dentro del género tiene que
ver con las libertades que plantea este tipo de cine que a veces no está
abrazado a lo que es un guión cinematográfico de ficción. Al cine documental se
lo va repensando todo el tiempo, por las libertades de producción que te
plantea. Si se encara el cine documental desde el lado del mercado ahí estás
sonado, cuando empieza a imperar lo económico por sobre la obra. El cine
argentino a nivel documental tiene mucha potencialidad y se va a liberar a
medida que se liberen los realizadores, y se encuentren a sí mismos, la
identidad es lo más fuerte para cualquier tipo de creación, y también la
locura.”
Fernando Pérez, que cuenta la historia del Tata Cedrón,
planteó la situación económica en relación con la capacidad productiva: “Hay
fomento para el género, pero no tanto para el documental cinematográfico, y eso
es responsabilidad nuestra, de los directores, porque fuimos regalándole a la
ficción la idea de que hace el circuito comercial y que el documental hace el
circuito consciente. No tenemos que acotarnos a un formato televisivo,
informativo, inteligente; los documentales pueden contar historias, tener una
curva narrativa, cuestiones dramáticas. Tenemos que rescatar todos los aspectos
estrictamente cinematográficos.”
Cristina Raschia dirigió y protagonizó junto a amigas de la
vida el documental “Memoria de un escrito perdido”, sobre el libro de Graciela
Loprete. Defensora del géneró lo decía en esta palabras: “Yo creo que el
documental desde hace quince años a esta parte ha ganado un espacio enorme, el
hecho de que vayamos a ver un documental, que haya tanta gente haciendo un
documental, que haya tantas formas de hacer documental, hace quince años no
existía eso. Como género se ha revitalizado, se ha enriquecido con muchas
herramientas, el problema siempre sigue siendo el de la difusión, pero
tendremos que acostumbrarnos a nuevas formas de difusión y mantener estos
espacios casi religiosos.”
En “Liniers. El trazo simple de las cosas”, Franca Gonzalez
muestra el fuera de campo de la realización, las decisiones, elecciones y el
modo de llegar a la idea y el personaje. Al mismo tiempo muestra las
dificultades para abordarlo y poder contar lo que se ansía. Pero la dificultad
la transforma en virtud: “Lo interesante es cómo abordarlo sin entrarle por la
puerta principal, buscarle las puertas laterales que en definitiva es el punto
de vista o la mirada del realizador, esa mirada personal que elige una tangente
a través de la cual contar una historia. Yo quería hacer una película que no
fuera una especie de institucional o informativo sobre lo que Liniers hacía,
sino que contara otra historia. Y en ese sentido el documental es una forma de
expresión inacabable porque yo misma implico un montón de puntos de vista, además
de los espectadores. No hay nada más creativo y de mayor libertad que el
lenguaje documental.”
Vidas intensas en creaciones audiovisuales para mostrar una
nueva manera de hacer. Las bases del documental se fortalecen con cada apuesta
y cada historia, y le ofrecen al espectador un reencuentro que le da nuevos
aires al género.
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