5 oct 2013

Aniversario

Encuentros cercanos de todo tipo

A lo largo de 18 años La Nave de los Sueños transitó y participó en el movimiento cultural emergente. Cine, música, arte y la amistad como motor de un proyecto que promueve el trabajo de creadores valiosos.

La Nave como lugar y fuente de amistad. El sueño que guió su viaje desde los comienzos fue la reunión de amigos con intereses compartidos y el encuentro con nuevas voces y miradas. Y la misión de sus tripulantes era y es, unir, vincular y generar lazos. Alentar el encuentro de diferentes voces. La mejor forma de celebrarse es haciendo lo que a La Nave más le gusta: ver a los amigos y escuchar sus ideas sobre los intercambios y la evolución de los movimientos culturales. 

A continuación, ellos nos cuentan en primer plano sus acercamientos a La Nave:

María Iribarren (periodista y escritora) - Roberto Valle (periodista y docente): “La Nave es de esas “cosas” que te pasan y quedan entre las inolvidables. Es un punto de llegada, lo que acontece cuando tomás conciencia de que el arte es una forma de vida. Como acontecimiento, La Nave corría (aún corre) de boca en boca. La podés reconocer en el abrazo, en la alegría, en la hospitalidad. También  porque en algún momento de la noche, apagan las luces y encienden pantallas. La idea podría ser metafórica pero también es descriptiva. Los que andan en La Nave (algunos vitalicios, otros recién llegados, todos febriles) son gente que cultiva una forma singular de adoración cinéfila. Sin duda, la convicción profunda de esa cofradía errante es el cine. En cualquier envase, tamaño y presentación. Uno de los porvenires del cine, más pronto o más tarde, está (es) La Nave.”


Hernán Panessi (periodista y distribuidor): “Mi aproximación se dio hace unos ocho años. Estaba con una novia de acá para allá. Éramos inquietos y curtíamos todos los eventos que había en el momento: recitales, festivales de cine, ciclos de poesía, museos, todo, todo, todo. Y como siempre fui fetichista de las cosas, un día tomé –vaya a saber de dónde- un catálogo de La Nave. Y lo conservé, sin saber qué era aquello ni para qué iba a guardarlo. Tiempo después, ya mucho más metido en los menesteres del periodismo y la distribución de cine, apareció un vínculo real, físico. Y ese catálogo tuvo caras, movimiento, acción.”

Ana Wajszczuk (escritora y jefa de prensa): “Algo que nos hizo coincidir desde el principio fue la pura curiosidad. Nos hicimos amigos, les conté de mis dibujos que expuse en una de sus fiestas. Cuando fui a buscarlos los vidrios estaban todos rotos. No fue el mejor comienzo para nuestra amistad, pero sí de épocas maravillosas en las que la movida "alternativa" estaba surgiendo, y era una rareza que performistas y temas de Sandro se mezclaran con el rock;  todo eso pasaba en las primeras fiestas de La Nave.”

Sandra López Maidana (periodista y editora): “Me hice amiga, y como eran necesarias, aporté manos y tiempo para lo que se requiriera. Siempre en un contexto de excelente onda y espíritu cooperativo. Ese "trabajo" fue un bálsamo entre mis otras tareas como periodista. La bandera de la gestión cultural, el respeto por el trabajo independiente y la sinergia de voluntades siempre mantuvo el estado vital de La Nave.”

Pablo Parés (realizador y productor de cine): “La Nave de los Sueños me acompaña desde hace muchísimos años, llevamos media vida en caminos muy parecidos; intentando generar cultura joven, distinta, y generándola desde la independencia.”

Pablo Montiel (músico, gestor cultural y capacitador): “A mediados de los 90 eran un soplo de aire fresco en medio del calor grasoso del menemato. Me acerqué porque era un espacio de juego, la realidad asfixiaba y la Nave era un lugar donde barriletear y conocer gente copada, que funcionaba en un edificio tomado a una cuadra del departamento de policía y que era para los artistas lo que el vaticano para los católicos.”

Ayar Blasco (realizador y animador): “Tenía 20 años cuando vi un cartel pegado en la vía pública que sólo decía "La Nave de los Sueños", no tenía más información, me dio curiosidad y fui a ver de qué se trataba y me interesó conocerlos. Después hice “Mercano el Marciano” y “El Niño Malcriado” y me invitaron para proyectarlas ahí. Con los años me hice amigo de los chicos y hasta ahora seguimos en contacto.”
El viaje continuó con trabajos y obras en conjunto

Hernán: “Podría decir que mi relación con ellos es joven, pero no por eso menos intensa. Hicimos de todo juntos: charlas, presentaciones, textos, y hasta alguna película fallida.”

Ana: “Hacíamos todo a pulmón, recuerdo la generación del espacio para organizar las “Fiestas Antipoéticas” y lo mucho que nos divertíamos. Me permitieron expresarme, divertirme, conocer mucha de la gente que luego siguió siendo parte importantísima de mi vida.”

Parés: “Estrenamos películas, realizamos talleres, compartimos charlas y seminarios, y ante todo, intercambiamos puntos de vista y analizamos el panorama cultural, tratando de estar siempre parados en la vereda que creemos correcta.”


La trayectoria de un recorrido con diversos caminos queda plasmada en sus reflexiones sobre el sentido de La Nave:
Hernán: “Desde el primer día, algo no cambió: cada vez que piso alguna de sus funciones, me contagian unas ganas imposibles de hacer cosas –pequeñas, megalómanas-, me transmiten una fe –en los márgenes, en los proyectos, en la amistad- que nunca pude volcar en palabras. Es que el sentimiento es intransferible. Como la mística. Esa que se tiene o no se tiene. Y La Nave, posee la molécula que contiene a todas las místicas. Y está dispuesta a prestarla a todo cosmonauta que quiera –como yo, como tantos otros- subirse a ella. De aquí y para siempre.”

Ana: “La Nave se ganó un lugar en la historia de la noche y la cultura porteña. Y lo mejor es que ese espíritu aún permanece en ellos y en mí.”

Sandra: “Al cabo de unos años volví a visitar a los amigos a su nueva súper sede de la Biblioteca Nacional que los recibe y homenajea con todo derecho. Es un honor haber sido parte de esta travesía y ser de alguna manera una tripulante de su corazón mutante.”

Parés: “Vivimos momentos altos y periodos difíciles, pero al saber que un par está caminando junto a nosotros la cosa es más fácil.”

Montiel: “En la Nave vi a más de un famoso deschavetarse, a un David Byrne entrando en bicicleta antes que sea moda, todo podía pasar. Nos abría la puerta para que salgamos a jugar. Ni más ni menos.”

María y Roberto: “Algunos de los chicos y las chicas de La Nave puede que se pierdan, que se vayan a otra parte. Así y todo, seguirán siendo reconocidos como parte del grupo. Crónicos preservadores de lo que todavía nadie encontró. Militantes del arte porque sí. Artistas, ellos también, caprichosos, fértiles, amables. Nadie puede decir que lo experimentó todo si no estuvo en una proyección, en una presentación, en un festejo de La Nave.

Si tuviéramos que escribir un prospecto sobre La Nave, diría así: entidad porteña endémica. Única en su género. Dedicada al encendido de pantallas y a la propagación de la práctica de la confraternidad. Se recomienda su uso libre y continuado.” 


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